Durante una tarde de borrachera, dos ricos aristócratas hacen una apuesta: modelar, como si de una obra de arte viviente se tratase, a un joven inocente y convertirlo en un criminal, en el asesino que la sociedad se merece. Su víctima: un muchacho ingenuo llamado Victor que descubrirá el mundo del placer y de la lujuria de la mano de la hermosa prostituta Mathilde, a sueldo de esos nobles.
El asesino que se merece nos adentra en el mundo del decadentismo finisecular, en una Viena cargada de contrastes, donde los defensores del academicismo pretenden crear el arte más puro posible, al mismo tiempo que surgen nuevos artistas vanguardistas con vocación experimental. Lupano y Corboz pintan un estupendo fresco en el que se dan la mano los callejones más sórdidos con las salas de ópera frecuentadas por la alta aristocracia.